bLOG DE LOS ALUMNOS DEL ANTONIO GALA

bLOG DE LOS ALUMNOS DEL ANTONIO GALA

sábado, 10 de noviembre de 2012

El rito de iniciación de los indios Cherokees.


 El rito de iniciación de los indios Cherokees.

 Aquel día parecía uno más en la meseta Ozark, hogar de los indios Cherokee. El sol iluminaba los prados y la vida despertaba después de un largo receso invernal.

Un grupo de guerreros regresaba contento de una mañana de caza. Ahora los animales abundaban de nuevo y la comida no volvería a escasear. Entre la multitud que los recibía con gritos de guerra, un muchacho los miraba atentamente con mezcla de miedo y deseo pues, si todo salía bien esa noche, al día siguiente él seria uno de ellos, y quizás algún día lograría hacer honor al nombre que su padre le había puesto al nacer: Sequooyah, como el gran guerrero.

- "Saludos, hijo; que los dioses te bendigan y te protejan esta noche, porque probarás que eres un gran hombre. Al bajar el sol pasaré por ti"- le dijo su padre al pasar, mientras llevaba atados a la espalda algunos trozos de venado que servirían de alimento para algunos días.
Sequooyah caminó inquieto para despejar la mente. Había cumplido quince inviernos y la tradición dictaba que debería pasar una prueba de valor para convertirse en hombre.

Su padre lo llevaría al atardecer, con los ojos vendados, a lo más profundo del bosque, y una vez ahí, debía quedarse sentado, sin quitarse la venda de los ojos, y pasar toda la noche sin moverse, demostrando que un indio Cherokee no le teme a nada. Así, el Gran Espíritu, al ver su muestra de valor, le daría su bendición y lo protegería por siempre, librándolo de cualquier peligro. Sólo si su fortaleza no flaqueba, al salir el sol agradecería al Gran Espíritu y buscaría el camino de regreso a la aldea, y una vez ahí sería declarado guerrero, y adornarían con plumas su cabeza y sería un hombre de respeto, por todos reconocido.

El miedo comenzó a apoderarse de Sequooyah. Había esperado aquel día mucho tiempo, pero ahora deseaba postergarlo...
También existía la posibilidad de que muriera esa noche, y tenia que encontrar valor para afrontar su destino. Le preguntó a los jóvenes que apenas la primavera pasada habían superado esa prueba, pero ninguno quiso decirle una sola palabra.

- "Eso tienes que descubrirlo por ti mismo" - le decían.- "Cada guerrero tiene diferente camino" -. Y el terror volvía a su mente. Imaginaba lobos, serpientes y mil peligros acechándolo mientras él estaba sentado indefenso, con los ojos vendados, en medio de la nada. Tenía miedo, pero ése era su destino y lo aceptaría tal y como dispusiera el Gran Espíritu.
Fue en ese momento que decidió que no correría ni se escondería. Haría frente a lo que sucediera y le daría honor a su padre al demostrar que era digno de aquel nombre.

Regresó a la aldea y realizó los preparativos que dictaba la tradición. Se despidió de su madre y le besó las manos en señal de agradecimiento. Honró y se postró ante los ancianos y recibió los últimos consejos. Se pintó la cara de rojo y blanco, colores que portan los guerreros con orgullo. Dejó el cuchillo y el arco, pues era necesario ir sin armas a su prueba. Saludó al viento y le pidió que le ayudara en aquella terrible noche. Le dijo al sol que esperaría pacientemente su salida; que mañana, cuando se vieran, sería un hombre al que vería, y no al niño que ahora hablaba. Y, por ultimo, pidió la protección al Gran Espíritu.
- "Ya es la hora" - le dijo su padre.

Sequooyah lo miró y su padre se llevó una mano al corazón. Lo estaba saludando por primera vez como un guerrero, como lo hacen los grandes y valerosos Cherokees, y ese gesto lo inundó de orgullo y valor.
Tomó su padre un lienzo y, después de bendecirlo, le cubrió los ojos con el mismo; y tomándolo de la mano lo llevó fuera de la aldea, caminando ambos en silencio. El sol comenzaba esconderse cuando se internaron en el bosque, hasta que por fin detuvieron su paso.

- "Éste es el lugar, hijo mió, donde tienes que demostrar tu valor y coraje. Deberás sentarte aquí, en este tronco, y esperar el nuevo día" – comenzó a hablar su padre - "no podrás moverte de este sitio; pero, lo más importante, no podrás quitarte para nada la tela de tu cara. Es aquí hijo mío, donde el Gran Espíritu probará tu temple y, si decide bendecirte y regalarte la luz de un nuevo día, buscarás el camino a casa, y te recibiré con gran júbilo y seremos iguales, hermanos de raza y espíritu, y tendré el orgullo de salir en tu compañía. Juntos libraremos batallas, juntos iremos de cacería y traeremos el sustento para nuestra gente. Hasta el sol de mañana, hijo mío, que el Gran Espíritu te guíe".

Y Sequooyah escuchó los pasos de su padre al alejarse. Y trató de ser como él. Se preguntó cómo habría actuado el día de su ritual y se le imaginó seguro de sí mismo, desafiante a los peligros, orgulloso como siempre ha sido y con la cabeza en alto.

Pero las cosas no resultaban fáciles. Los ruidos nocturnos lo aterraban; su valor se redujo cuando escuchó un ruido seco a sus espaldas. Definitivamente había algo allí, y no imaginaba lo que podía ser. Sintió deseos de salir corriendo y su único consuelo fue la figura imaginaria de su padre, y se aferró a ella. Aguardó por un momento; luego sintió algo que se arrastraba a sus pies y se imaginó que, en cualquier momento, caería bajo el veneno de alguna serpiente, e imploró al Gran Espíritu protección, y esperó.

Larga fue su agonía, pero permaneció inmóvil. Cumpliría con su deber aunque eso le costara la vida. La noche continuó lentamente su paso; parecía que se había detenido en el bosque para siempre.
Luego escucho un gruñido a sus espaldas, y la esperanza se fue de su corazón en un segundo. Conocía bien ese ruido; sabía que todo había terminado y que no había forma de ver un nuevo sol si el lobo lo atacaba en medio de la noche, estando él indefenso y desarmado.

El terror se apoderó del joven guerrero. Por un instante pasó por su cabeza la idea de quitarse aquella venda y huir, pero no podría vivir jamás con aquella afrenta, y pensó una ultima vez en su padre y en la tristeza de que encontrara su cuerpo sin alma. Pero ese era su destino y se quedo ahí sentado esperando el ataque del animal... pero de pronto todo se calmó; y sintió que, de verdad, el Gran Espíritu lo protegía.
Sabia que faltaba muy poco para la salida del nuevo día y sólo deseaba ver a su padre y comenzar su nueva vida... y con esos pensamientos en la mente sintió el calor del sol en su piel.

Agradecido se quito aquel lienzo y se froto los ojos. Tardó unos instantes antes de acostumbrase a la luz de aquel hermoso día, cuando a su lado vio sentado, muy cerca de él , a su padre, con una sonrisa de satisfacción en el rostro y el arco aún en la mano. Detrás de Sequooyah yacía un gran lobo blanco con una flecha en el costado, y entonces entendió todo.

- "Estuviste conmigo todo el tiempo" - dijo Sequooyah.
- "Un padre siempre protege a su hijo. Ahora, vamos a casa. Celebremos la llegada de un nuevo guerrero"-
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario