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jueves, 6 de marzo de 2014

La ‘ley Wert’ deja un año en el limbo a los alumnos de la nueva FP básica


La ‘ley Wert’ deja un año en el limbo a los alumnos de la nueva FP básica

Un desfase en el calendario de aplicación de la LOMCE impide que quien se gradúe en dos años pueda lograr el título de ESO



La solución que da el ministerio es que hagan el examen para adultos
 Ministerio de Educación es consciente de este fallo del calendario porque se le ha planteado en el Consejo Escolar del Estado, según fuentes presentes en el organismo. Sin embargo, no ha previsto ninguna fórmula específica para arreglar el limbo en el que se quedarán estos estudiantes. Los primeros alumnos de la FP básica, según fuentes del departamento de José Ignacio Wert, obtendrán “un título que les permitirá seguir en FP de Grado Medio o acceder al mercado laboral”. Y para graduarse en ESO, explican estas mismas fuentes, “podrán presentarse a la prueba libre para la obtención del título de graduado en Educación Secundaria para Adultos regulada por la LOE”.“Pero esa prueba para adultos requiere haber cumplido 18 años con la excepción de los mayores de 16 que tengan un contrato de trabajo) y los estudiantes pueden empezar la FP básica con 15 años y terminarla con 17”, explica Miguel Recio, director de instituto y responsable de estudios de CC OO. Así que tampoco soluciona nada: también estarán colgados un año a la espera de cumplir la mayoría de edad.
“Los chavales se van a quedar en tierra de nadie”, se queja José Antonio Martínez, de la Federación de Asociaciones de Directivos de Centros Educativos Públicos. “Y un año colgados a esas edades es una eternidad”, alerta el director de instituto, que sabe por experiencia que en ese tiempo los chicos “pueden centrarse o descentrarse totalmente”, sobre todo teniendo en cuenta que el perfil de estos alumnos es complicado (suelen haber repetido varios cursos), ya que precisamente se les deriva a estos estudios porque no han sido capaces de superar con normalidad los cursos de secundaria. Martínez no entiende la “prisa innecesaria” del Gobierno en la aplicación de la reforma educativa. “Esta aceleración que llevan provoca estos desajustes”, critica. “El sistema no puede crear vías cerradas”.

“El graduado es la barrera de entrada de los candidatos”, dicen las empresas
¿Qué efectos laborales tendrá en la práctica ese limbo de un año sin poder graduarse en ESO? En un mercado con una tasa de paro del 55% para los menores de 25 años, es obvio que el nivel de formación importa mucho. “El título en ESO hace de barrera de entrada en la selección de candidatos de la mayoría de los sectores”, indica Andreu Cruañas, presidente de Asempleo, la patronal de agencias de empleo.
El sector educativo y las comunidades autónomas han venido reclamando al ministerio de José Ignacio Wert un retraso en la aplicación de la LOMCE, cuya implantación progresiva comienza este septiembre para primero, tercero y quinto de primaria y para la FP básica. Las autonomías del PP lograron que Wert cediera y revisara el calendario de aplicación, pero los nuevos plazos tampoco convencen a varias comunidades, que insisten en que no les da tiempo a aplicar la ley.

La FP básica está pensada para alumnos que no logran acabar la ESO
Otro de los efectos de las prisas del ministerio, indican los expertos, es que de momento solo se han desarrollado los currículos de FP básica de 21 de las 27 familias profesionales que existían en los PCPIS. “Esto crea una inseguridad jurídica enorme”, afirma Miguel Latorre, responsable estatal de Enseñanza Pública de UGT. “En los centros en los que se están impartiendo PCPI de intervención sociocomunitaria, por ejemplo, que es uno de los que no se ha desarrollado aún, se preguntan si lo seguirán dando en septiembre o si va a desaparecer”. Los directores se quejan de que todavía hay muchos aspectos en el aire a falta solo de unos meses para que los primeros alumnos comiencen a cursar la nueva FP básica. “No hay justificación para tanta prisa”, zanja su representante, José Antonio Martínez.

FUENTE:                                      
EL PAÍS