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sábado, 29 de octubre de 2011

La Mala Educación. Antonio Avendaño.


La Mala Educación. Antonio Avendaño.

El comienzo de todo fue una mala educación. Miguel Carcaño mató a Marta del Castillo por mala educación, del mismo modo que Samuel Benítez y ‘el Cuco’, y quizá también los otros dos inculpados, están mintiendo en el juicio oral por mala educación. Todos ellos son unos maleducados, y lo son en todos los sentidos de la palabra, que son varios. Su educación familiar es mala y su educación escolar también. Nadie les enseñó a ser considerados con los demás. Ni a compadecerse de quienes sufren. Ni a mostrar respeto. Ni a decir la verdad ni siquiera cuando decirla ya no puede perjudicarles. Se expresan con torpeza, sin propiedad, con desidia y desgana, construyendo mal las frases, con un vocabulario tan escaso que roza los mínimos para hacerse comprender, y cuando dicen alguna expresión más o menos redonda resulta evidente que han sido sus abogados quienes les han hecho aprendérsela de memoria para impresionar al tribunal.

Si a Carcaño, Benítez y ‘el Cuco’ les hubieran enseñado otras cosas en su casa tal vez el primero no habría matado a Marta y tal vez los otros dos no habrían encubierto su crimen y ayudado a ocultar ese cadáver que seguramente ya nunca aparecerá. Ahora que los partidos políticos discuten sobre educación, no está demás recordar hasta qué punto, hasta qué trágico punto el ‘caso Marta del Castillo’ tiene que ver de una manera sobrecogedoramente radical con la falta de educación, aunque esta vez más vinculada a la familia que a la escuela. Miguel, Samuel y ‘el Cuco’ son ante todo malos ciudadanos. Seguramente nadie les ha enseñado a ser buenos y probablemente ya nadie lo hará.

Cuando alguna gente trivializa o se burla de que en la escuela se imparta la asignatura Educación para la Ciudadanía les vendría bien recordar que en ella se enseñan cosas encaminadas a combatir la mala educación en su sentido más grave y ominoso, que es precisamente el sentido en el que son víctimas de ella Miguel, Samuel, ‘el Cuco’ y, sobre todo, Marta, pero justamente por razones opuestas. Claro que no es una asignatura milagrosa; es más, puede que ni siquiera sirva de mucho si lo que los escolares aprenden en ella durante un par de horas a la semana lo
desaprenden todos los días en sus casas. Pero si existe una posibilidad de favorecer en la escuela ese difícil aprendizaje de la igualdad, de la tolerancia, del respeto, de la pluralidad, de la empatía o de la solidaridad, si existe alguna posibilidad deberíamos aprovecharla. Y si finalmente no sirve de nada, tampoco será mucho lo que habremos perdido intentándolo.

Antonio Avendaño. Público. 27-10-2.011


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